Marantz 9s: El Sonido del Día del Padre
Recuerdo con emoción las celebraciones del día del papá. Ese día la mesa se llenaba de suculentos platillos. El abuelo Tolo se encargaba de preparar una deliciosa barbacoa de hoyo. Uno de sus hermanos llegaba con un pequeño barril copado de tequila. Uno más aportaba unos exquisitos huesos de tuétano y unas quesadillas de flor de calabaza. Otro de los consanguíneos de la familia, preparaba una paella de mariscos inigualable y traía varios cartones de cerveza. Hay que decir que esa tarde el colesterol también estaba invitado.
Todos eran adoradores de la música tradicional mexicana de los años cincuenta: Luis Arcaraz, Pérez Prado y Enrique Jorrín ponían el ambiente gracias a los bien cuidados discos de vinilo. Pero también se podía escuchar a Frank Sinatra, Bing Crosby, Jim Reeves, Tommy Dorsey o Ella Fitzgerald. Cuando el alcohol hacía estragos sonaba la Sonora Matancera y la familia remataba cantando éxitos de Los Tres Ases o de Los Dandys.
Gabino -mi padre- ponía cosas de los Beatles, los Rolling o The Turtles. El gusto -y desacato- le duraba poco, antes que los viejos le acecharan con la mirada.
Hoy extraño esas paredes tapizadas de viniles.
Esa era la “pandilla” del abuelo y sus tres hermanos. Así era la reunión del día del padre. Mis recuerdos se enfocan en los olores, sabores y canciones de aquellos días.
Increíblemente mi abuelo Anatolio poseía un equipo de audio que me fascinaba en esas épocas. Yo no sabía nada de calidad, pero solo de ver esos “aparatos” quedaba embobado. Años después sabría que se trataban del preamplificador Model 7 y dos amplificadores 9s, ambos de Marantz, las bocinas eran unas Klipschorn y la tornamesa era una vieja Garrard. Tal vez ese día inició mi afición por el audio Hi-Fi.
Para 1979 mi abuelo Tolo murió y después de eso no hubo celebración del día del padre. A los pocos días, mi padre sufrió un infarto. Se recuperó, pero en menos de un mes le llegó un paro respiratorio. Ya no salió del hospital. En cosa de 40 días mis dos figuras masculinas habían abandonado este mundo y el mío se había derrumbado. Me refugié en la música.
Mis tíos vendieron esa vieja casa de Coyoacán y desaparecieron los olores, los sabores y los sonidos. Nunca supe dónde quedo ese equipo de sonido que tanto me cautivó.
Años después, ya en mis años de juventud, tuve la oportunidad de viajar a Nueva York. Era 1996. En mis ratos libres me escapaba a las tiendas de discos y vinilos. Caminando sin mucho rumbo, llegue a la calle de Broadway y en el 627 descubrí una tienda que hasta el día de hoy me parece encantadora: “Stereo Exchange”.
Era el paraíso para los entusiastas del audio, podías encontrar amplificadores de bulbos McIntosh, o Audio Research, tornamesas Thorens, Goldmund, sintonizadores Sequerra y mil cosas más. Por inverosímil que parezca, tenían a la venta un par de amplificadores monoaurales Marantz 9s. Casi 20 años después, volví a ver esas joyas que me maravillaban de niño. Me puse muy nervioso, de inmediato llegaron los recuerdos de mi abuelo y de mi padre. Quería tener esos amplis. El único pero era que había que pagar 4 mil dólares y traerlos a México (cada uno pesaba 25 kg).
Salí de la tienda y caminé un par de cuadras. Llegué a un bar y tomé una cerveza. Sabía que esa oportunidad probablemente no se presentaría jamás en la vida. Hice una llamada al banco en México y autoricé un cargo inusual. Regresé a Stereo Exchange, pedí un descuento y finalmente desembolsé 3500 dólares.
Esa noche no pude dormir de la emoción. Completé mi viaje y cuatro días después estaba en casa.
Antes de desempacar la maleta, ya había conectado los nuevos “9s” a mis acostumbradas bocinas Matrix 803 de Bowers & Wilkins. Le había conectado un preamplificador McIntosh C28 y un reproductor de discos compactos Sony. El primer CD que puse era un homenaje al abuelo Tolo: “Song for Young Lovers” de Frank Sinatra, material de 1954. Tuve regresión a la casa de Coyoacán, específicamente al día del padre. Pocos días tan memorables como ese.
Hace 13 años que soy papá. Mi hijo lleva el nombre de mi abuelo. Anatolio es fan de la música, más que Don Tolo, Gabino o yo. Pero no sólo escucha a Kendrick Lamar, The Weeknd, Grimes o Tame Impala sino que se está adentrando en el jazz y apenas hace días lo descubrí escuchando Sketches of Spain de Miles Davis y es un especialista en la música del compositor mexicano Manuel M. Ponce. No podía yo estar más orgulloso.
En la casa seguimos ahora tenemos unas cajas acústicas 804D3 de Bowers & Wilkins, un preamplificador C22 de McIntosh, un lector de música digital en red NA8005 y una tornamesa TT-15S1, ambos de Marantz. Los amplificadores 9s siguen funcionando, se les han cambiado capacitores y bulbos, pero siguen tan campantes como cuando nacieron en 1960.
Este domingo celebraremos el día del padre. Vendrán mis hermanos y sobrinos. Comeremos barbacoa y paella. Yo tomaré un par de tequilas brindando a la memoria de Tolo y de Gabino: mis héroes, mis amigos, mis guías…
Les mostraré que hoy tengo muchas razones para celebrar y que mi hijo es el gran legado y consecuencia de su ejemplo. Y que la música siempre nos ha conectado como familia.
Eso vale la vida misma, ¿no creen?
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